Filosofía de trabajo


Después de mucho tiempo dedicándome a la dirección de actores en diferentes espectáculos y a nivel individual me permito comentar algunas reflexiones sobre el arte de la interpretación basándome en la observación de los encuentros que he tenido con muchos actores en estos últimos años. ¿Qué diferencia la carrera de la profesión de un actor? ¿El arte de la interpretación depende de los personajes a los que un actor debe enfrentarse o de la disposición para recrear la vida? ¿Qué debe hacer un actor para estar dispuesto a encontrarse con diferentes emociones, vivencias, en muchos casos alejadas totalmente de su ser? La carrera del actor se hace en público. Promociones, entrevistas, videobooks, conversaciones, reuniones, eventos, fotografías... ocupan un tiempo importante en algunos actores que, afortunadamente, tienen trabajo con cierta continuidad. Y es algo que está muy bien. En el mundo actual no basta con ser un buen actor. Hay que dar a conocer ese dato más allá de los trabajos que cada uno realice, “hay que estar”. Por supuesto, la mayor parte de la carrera del actor se hace al exponer sus trabajos. La profesión del actor se hace en privado. Este es el verdadero sentido de su trabajo. No basta con preparar puntualmente aquellos personajes para los que ha sido contratado. Tiene que estar constantemente analizando su herramienta para que no se vuelva rígida. Y la única manera de conseguirlo es el entrenamiento continuo y sé que en los tiempos que vivimos es muy difícil hacerlo porque hay demasiadas interferencias, la primera la necesidad de encontrar oportunidades y en muchos casos, sobrevivir. Pero si un actor no estimula su expresión acudiendo a estudiar (sí, estudiar) con maestros, directores o creadores pierde la esencia de su trabajo, se abandona a un status que le da una falsa comodidad porque nunca llegará a ser crítico consigo mismo. Y poco a poco se alejará del sentido de su vida: la creación. El arte de la interpretación vive en una frontera tan sutil que no puede depender de un personaje o de otro, sobre todo porque ningún actor sabe a lo que tiene que enfrentarse mañana. Y ese no saber es tan fascinante que debería generar en él una disposición para explorar su expresión, la única herramienta con la que cuenta para la recreación de la vida. Sobre todo en una sociedad como la nuestra que avanza irremediablemente hacia la desastrosa masificación de los seres humanos. Creo que el individuo está desapareciendo para convertirse en una masa con un único pensamiento y, por tanto, con una sola expresión. Y no es casual que las interpretaciones que nos deslumbran son aquellas que son únicas, que no las hemos visto, que nos sorprenden y nos golpean en lo más profundo de nuestros corazones. Por todos estos motivos creo que el actor debe hacer una constante reflexión sobre su expresión, su técnica y lo más importante, su alma. Sólo así podrá ser único, distinto. Podrá ser él y no ser como otros. De aquí surge la idea del Estudio fin de semana, un encuentro que movilice e inquiete la expresión creativa del actor y que le impulse a reflexionar y avanzar en su arte, un lugar en el que confrontarse consigo mismo y con los demás compañeros. Un fin de semana que reavive el deseo de todos ellos de ser contadores de historias que desvelen los fantasmas con los que vivimos y soñamos todos los días de nuestra vida.
En la foto: Itziar Lazcano y Carmen Ruiz.

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